Violencia filio-parental: Qué es y cuáles son sus causas

El 2020 empieza a llegar a su fin y nadie duda de que este año dejará huellas psicológicas en la mayoría de la población.

Posiblemente no suene a novedad el aumento de los trastornos de ansiedad, la depresión o incluso los divorcios derivados de la pandemia, pero ¿qué sabemos de los aumentos de violencia filio-parental?

La violencia filio-parental, no es un problema nuevo, pero sí prácticamente invisible.  En el 2018 más de 4300 padres denunciaron agresiones de sus hijos, suponiendo esta cifra tan solo el 15 % de los casos reales.

Las circunstancias del confinamiento potencian los factores de riesgo de violencia, al aumentar el aislamiento y las barreras que dificultan la solicitud de ayuda y la denuncia, por lo que se prevé que en aquellas familias en las que ya existía esta problemática, se esté produciendo  un claro aumento ya sea de frecuencia o de intensidad.

¿Qué entendemos por violencia filio-parental?

La violencia filio-parental un tipo de violencia intrafamiliar que se caracteriza por un conjunto de actos agresivos que son perpetrados por un menor hacia su progenitor, haciendo que este último se sienta amenazado, intimidado y controlado (Paterson, Luntz, Perlesz y Cotton, 2002, citado por Gámez-Guadix y Calvete, 2012).

De la misma forma que ocurre en la violencia de género, el maltrato del hijo (observaréis la utilización de hijo en vez de hija o ambos ya que estadísticamente este tipo de violencia parte  más del varón que de la mujer) al progenitor no se reduce a la agresión física, comenzando mucho antes con insultos, vejaciones y chantajes. Por lo que es necesario diferenciar los tipos de maltrato de los que los padres pueden ser víctimas:

Desapego

Los hijos transmiten abiertamente sentir desprecio hacia los progenitores y carecer de afecto hacia ellos, “que vas a saber tú de lo que es bueno” “sí solo sabes limpiar que me dices a mí de estudiar…”

Conductas tiránicas

Hijos que eluden responsabilidades, culpabilizando a los padres de todo lo negativo que ocurra en su vida,  creyéndose poseedores de todos los derechos y de ningún deber.  Desde esta posición agreden física y/o verbalmente, amenazan e intimidan a sus padres.

Utilización parental

Este tipo de maltrato es el más habitual, pero no por eso menos dañino. Hijos que utilizan a sus padres como “bancos”, utilizando el chantaje ya sea emocional (“no me quieres” “eres la peor madre”) o económico (“si no me compras estas zapatillas como quieres que tenga amigos” “si no me das más dinero tendré que robar”) para conseguir sus deseos.

¿Cuáles son los factores que desencadenan la violencia filio parental?

La gran pregunta que nos surge con tan solo leer el título del artículo es ¿Cómo es posible que un hijo pegue a su padre/madre? ¿Herencia o aprendizaje? El eterno debate.

En la actualidad es imposible afirmar con certeza en qué porcentaje influye uno u otro factor en las conductas disruptivas. Si bien es cierto que a priori la herencia genética supone una tendencia o predisposición a ciertos comportamientos,  la importancia del aprendizaje de conductas por imitación o modelado, es fundamental en el proceso evolutivo.

Esto no quiere decir que la violencia filio parental este unida únicamente a la vivencia de violencia entre los progenitores o hacia el hijo, que indudablemente es un factor de riesgo.

Existen más factores que sitúan al menor como potencial hijo tirano, entre ellos los de mayor influencia en el desarrollo de estos comportamientos son:

  • El hecho de que  sea hijo único, o en el caso de no serlo, sean chicas, convirtiéndose en “el rey de la casa “.
  • Que haya tenido experiencias traumáticas (maltrato, abandono)
  • Que los progenitores tiendan a compensar con aspectos materiales (caprichos, juguetes) situaciones como dedicarles poco tiempo y de escasa calidad (momentos de ocio agradables, leer cuentos en familia).

Sí, la conducta de los progenitores es fundamental:

  • La excesiva permisividad, unida casi siempre a padres con poco tiempo para dedicar a sus hijos y poder adquisitivo.
  • La ausencia de límites  y normas o la incoherencia de las mismas
  • La inestabilidad emocional unida muchas veces al consumo de alcohol y/o drogas (“mi padre está de buen humor depende lo que beba”)

Todos ellos son algunos de los factores que incentivan la violencia en el menor. Violencia, que no se da de la noche a la mañana, si no que se va gestando desde la infancia: el niño consentido tiende a convertirse en el hijo tirano.

¿Cómo pueden actuar los padres ante la violencia de su hijo?

Entonces, ¿qué pueden hacer los padres?  Sería una gran solución que cada hijo naciese con un manual de instrucciones como   “cuídame así y seré exitoso “o “para hacer de mí una buena persona tienes que…”, pero no parece muy probable…así que de momento, vamos a exponer algunas pautas educativas básicas:

Los padres deben de tener claras las normas educativas antes de la conducta disfuncional del hijo

Las estrategias educativas deben ser antecedentes no surgir como consecuencia a un mal comportamiento. Las normas no se inventan sobre la marcha, “si terminas el ejercicio podrás jugar”,

Educar en el respeto no en el miedo

Imponer disciplina sí, atemorizar al menor no. Los niños igual que los adultos precisan normas y límites para sentirse seguros. El niño tiene que saber que una actitud concreta conlleva una sanción y siempre que haga esa acción recibirá ese castigo.

Es erróneo basar la educación del hijo en el castigo o creer que los gritos son un arma educativa.

Refuerzo positivo

Desde recompensas primarias (galletas), hasta recompensas de actividad (ir al cine) pasando por recompensas sociales (elogios). 

El refuerzo positivo consiste en reforzar las conductas que el menor hace bien, buscando un aumento de estas a la vez, que disminuyen las menos positivas.

Siempre que se ve la conducta elegida para reforzar, se le refuerza, aunque su ejecución no sea perfecta. Se valora el esfuerzo por hacerlo bien (comer correctamente, ser educado, hacer las tareas de forma autónoma…).

Ayudarle a desarrollar habilidades metacognitivas

Enseñarle a pensar, para desde aquí dominar las emociones y sentimientos. Fomentar un pensamiento creativo y crítico. Sustituir frases como “por qué te lo digo yo, que soy tu madre” ,por “es bueno que te acuestes pronto porque así mañana estarás más despejado para jugar mejor”

Lo más importante, y que a veces por darse por supuesto se nos olvida, educar en el amor

Un vínculo de apego seguro es en gran medida garantía de una adolescencia positiva. Sin confundir esto con la sobreprotección que crea niños vulnerables, inseguros, dependientes, con baja autoestima y una multitud de miedos. El niño debe aprender a solucionar sus problemas, desde un puzle que no sale a la primera hasta un conflicto en el colegio.

Es tan importante poner límites como dejar que el niño se equivoque, solucione y continúe. La sobreprotección crea menores más propensos a malas compañías y a tener contacto con las adicciones.

Podemos afirmar por tanto que la familia  es el factor que más condiciona la personalidad del niño.

Entonces, ¿por qué hay familias en las que uno de sus hijos tiene conductas propias, de lo que ya hoy en día se denomina, síndrome del emperador, y los demás hermanos no?

La respuesta es relativamente sencilla y en contra de una frase tan típica en los progenitores como “yo he educado a todos igual”, no papas, es imposible educar a todos igual, y esto no debe conducir a sentimiento de culpabilidad.

Para empezar por que cada hijo entra a formar parte del sistema familiar en momentos distintos (diferente edad de los progenitores, diferentes circunstancias laborales, diferente relación matrimonial…) y esto condiciona el posicionamiento hacia él mismo. Nunca dos niños tienen infancias iguales, aunque se quieran igual, no es natural comportarse exactamente de la misma forma.  

Hay que educar en la individualidad, cada hijo tiene unas necesidades, unas aspiraciones y unas capacidades, y lo que puede resultar positivo para el hijo mayor puede ser nefasto para el mediano.

No es tarea fácil ser padres y es importante desterrar la idea de “cuanto más dinero lleve a casa mejor”,  lo verdaderamente importante es compartir con ellos tanto los momentos de castigo como los de felicidad, tanto las vacaciones como hacer las tareas.

Cualquier actitud de los progenitores supone para el menor un acto educativo, si solo limpia la madre, ya estás dando un mensaje machista, si solo es capaz de castigar el padre, estas creando también una idea rol.

Educar no es fácil, pero podemos hacer que valga la pena.

Sara D. Rodríguez
Licenciada en Psicología y Criminología.